La Palabra de Dios es fuerte. Es Dios el que nos dice:
“Grita con fuerza y sin miedo. Levanta tu voz como trompeta y denuncia a mi
pueblo sus maldades”. No tener miedo; no tener miedo a decirnos la Verdad
aunque la verdad duela; aunque nos de vergüenza.
Estas palabras resuenan en el corazón de los humildes, cuyos
reclamos son silenciados cotidianamente, entonces ese grito se trasforma en
organización y lucha para recuperar la dignidad perdida.
El hoy papa Francisco
I, hace poco dijo a los trabajadores pobres en una plaza de Constitución, “Vos
tenés dignidad, y a vos te la quieren quitar. Hoy nos juntamos para sentirnos más
fuertes porque en esta ciudad en la que vivimos nos quieren debilitar, nos
quieren quitar la fuerza, nos quieren robar la dignidad. ”
El año pasado, en una misa similar a ésta que tuvimos en una
iglesia de La Boca, dijo: “Si vos luchas, si yo lucho con vos, si nos miramos y
luchamos juntos, habrá menos esclavos. El año pasado yo les decía, con mucho
dolor, que están los que “caben” en este sistema que se hizo y los que
“sobran”, los que no caben, para los que no hay trabajo, ni pan ni dignidad. Y
esos que “sobran” son el material de descarte, porque en esta sociedad también se
“descarta” a las personas, y estamos llenos de “volquetes existenciales”, de
hombres y mujeres que son despreciados. ”
Por primera vez en la historia de la iglesia un sacerdote de un país
Latinoamericano tiene la oportunidad de darle voz aquellos que son silenciados a través de la explotación y el
maltrato en las condiciones laborales y sociales. Por eso tenemos esperanza de
que su voz, como la Iglesia de Cristo,
denuncie con tanta firmeza las desigualdades que provoca este capitalismo salvaje en el mundo.
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